La realización personal
en la Liturgia
El
conmover es la obtención de la participación de la Liturgia al participar en la
Iglesia. Se anima a todos a vivir y alabar a Dios en la gloria y cánticos. La
diversidad de expresiones es la manera de vivir el Evangelio, siempre en la
unidad, usando el buen juicio y criterio. La Liturgia no es para una
realización personal, sino para la realización
en Dios. El recogimiento en el corazón, moldeable y receptivo es la integridad, la unificación de todo el
ser. La patrística oriental
ignora la distinción entre una «vía del amor» y una «vía del conocimiento»,
centrada como está totalmente, según lo atestiguan la liturgia y el icono, en
la contemplación de la belleza divina, donde el Espíritu de verdad es «el
resplandor fulgurante de la divina belleza», según San Basilio.
Hay una transmutación de los elementos, en el orden donde el cuerpo es
dirigido al cuerpo espiritual, en la conciencia de poseer al Verbo, de poseer la presencia de Dios en si. Si nos
acercamos a Dios es que ya está en nosotros. En los concilios, su propósito es
la finalidad de la unión con Dios, que es salvadora e integradora, buscando siempre la orientación en la vivencia
litúrgica.
La fe es la fustigación de las cosas celestiales, por eso la fe es un
preconcepto, la fe es una intuición preconceptual, una captación directa de la
realidad; concurre a la integración de todas las facultades del espíritu
humano, mental, volitiva y afectiva, en el corazón. Semejante conexión
constitutiva o de continuidad entre las modalidades corporales explica por qué
la fe ortodoxa no se define nunca en términos de adhesión intelectual, sino
que brota de la metanoia radical de la noûs, de la mente, de su
cambio por la evidencia y certeza, «nadie puede conocer a Dios si no es Dios
mismo quien lo enseña». «No hay otro medio de conocer se aspira
a una teología que se hace de amor, dinámica y energética. En último lugar, el verdadero sujeto del
conocimiento teológico es el Espíritu Santo, porque es él quien manifiesta al
Verbo y hace audibles sus palabras. Podemos decir en palabras de San Ireneo que
el Espíritu Santo y el Verbo son las manos de Dios, y que es necesaria la
adhesión de la fe, sumada a la fe de los libros, pero más importante es la
comunión, en la fe que la da el mismo Jesús.
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