11 de Enero Sexto día de la fiesta de
Epifanía.
Nuestro Venerable Padre Teodosio, el
Grande, el Zenobita.
El bienaventurado padre San Teodosio, llamado
cenobiarca, que quiere decir padre de muchos monjes, nació en una aldea de
Capadocia. Habíase dado a los estudios,
y aún declaraba al pueblo las letras divinas cuando deseoso de la perfección, partió
a los santos lugares. En llegando a Antioquía, quiso ver al insigne Anacoreta
san Simeón Estilita, el cual inspirado del Señor, le dijo “Teodosio, varón de
Dios, seáis bien venido.” Espantóse Teodosio oyendo esta voz, porque le llamaba
por su nombre, y porque le honraba con
el titulo varón de Dios. Subió a la columna por orden de san Simeón y
echóse a sus pies; oyó sus consejo y todo lo que en adelante le había de
suceder; y tomaba su bendición, siguió su camino a Jerusalén, donde adoro y
regó con sus lágrimas aquellos Sagrados
lugares de Cristo nuestro Señor que
consagro con su vida y su muerte. Retiróse después a la soledad, y vino
a tener tantos discípulos, que labró un gran monasterio, en el cual acogía a
los pobres. Aconteció aparejarse en un mismo día cien mesas para darle de
comer, y en tiempo de hambre, como los
que tenían a cargo de darles de comer, les cerrasen las puertas, San Teodosio
mandó abrírselas y darles a todos lo necesario y el Señor les proveía con tan
larga mano que después quedaban las arcas llenas de pan. Era también su
monasterio hospital de enfermos a quienes servía y besaba las llagas con grande
amor. Había entre sus discípulos hombres ricos y poderosos, militares y sabios,
de los cuales salieron muchos obispos y superiores; de suerte que cuando murió el santo, habían
ya fallecido seiscientos noventa y tres de sus discípulos. El emperador
Anastasio que aborrecía a los herejes Acéfalos, les envió una buena cantidad de
oro para sus pobres: aceptóla y repartióla el santo, pero escribió al emperador, que ni el ni los suyos consentirían con los
herejes aunque la vida le costase. Fuese luego viejo como era, a predicar sin
temor alguno por las ciudades de aquellos herejes que condenaban el concilio de
Calcedonia; y subiendo una vez al púlpito, hizo señal al pueblo que callasen y
dijo: “El que no recibiese los cuatro concilios generales, como los cuatro
evangelios sea maldito y excomulgado. Entonces el emperador le desterró, pero duró bien poco el
destierro, porque el monarca hereje cayo
muerto, herido por un rayo. Y Teodosio volvió de su destierro, glorioso y
triunfante. Muchos fueron las obras admirables que hizo este varón de Dios en
su larga vida, muchas veces multiplico el pan, anunció el terremoto que asoló
la ciudad de Antioquía, y lleno de meritos y virtudes, descanso en la paz del
Señor a la edad de ciento cinco años. Honraron su cadáver el patriarca de
Jerusalén con otros obispos y multitud de monjes, clérigos y seglares.
Reflexión: Enseñaba el santo a sus discípulos por
primer principio de la vida religiosa, que tuviesen siempre la memoria de la
muerte presente, y para esto mando hacer su sepultura para que su vista les
acordase que había de morir. Aprende tú esta utilísima lección, visitando
algunas veces la morada de los difuntos. Allí verás en que paran todas las
cosas del mundo, y entenderás cuán necios son, los que pasan en vanidades y
locuras el breve tiempo de la vida mortal; y cuan sabios, son que los emplean en servir a Dios, y alcanzar
la vida eterna. Bien miradas todas las cosas, todo el negocio del hombre se reduce a morir
santamente. Mas para ello, haz aquello que quisieras haber hecho cuando mueras.
Oración: Rogámoste, Señor, que nos recomiende la
intercesión del bienaventurado Teodosio, abad, para conseguir por su patrocinio
lo que no podemos lograr por nuestros meritos. Por Jesucristo,
nuestro Señor. Amíñ.
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