Día
15 de Enero.
Nuestro
Venerables Padres Pablo de Tebas y Juan el que vivía en la gruta.
St. Paul of Thebes in Egypt, and St. John Calabytes
("Hut-dweller"), monks [Gal 5:22 -6:2;
Matt 11:27 -30.).
y
Memoria de San Mauro, Abad.
El gloriosísimo San Pablo, primer ermitaño 15 de enero. Sto.
monje Pablo de Tebas (+
341). Apóstol: 1 Pe. 4,1 – 11. Lecturas del
santo evangelio según San Mc. 12,28 – 37.
Tono 8º. Grado 5ª.
Carácter: Ayuno Leve
Desde
hoy hasta la antef. de Presentación se canta del octoíjo
El gloriosísimo San Pablo, primer ermitaño y modelo de la vida solitaria y contemplativa,
nació en la baja Tebaida hacia el año 230, de padres muy ricos quedó huérfano a
los quince años, y bien enseñado en las letras griegas, y egipcias; y como la sazón Decio y Valeriano persiguiesen a la
Iglesia en aquellas partes de Egipto, él se retiró a una casa de campo, en la
cual el se halló menos seguro, porque su cuñado por codicia de su hacienda,
quería venderla a sus enemigos . Determinó pues, huir al desierto, y halló en
la falda de un monte, una cueva espaciosa, y junto a ella una grande palma y
una fuente de clara y limpia agua. Allí vivió como ángel en carne humana, muy
regalado del Señor, vistiéndose de las hojas de las palmas, y comiendo de su fruto y bebiendo el agua de la fuente.
Un hombre solo vió en el espacio de noventa años; este fue el gran padre de los
monjes san Antonio Abad, el cual por divina inspiración fue a visitarle, abrazáronse
los dos santos con gran ternura, saludándose por sus nombres como si se
hubieran mucho antes conocido; y mientras estaban platicando, vino un cuervo, y
puso ante ellos un pan. San Pablo dijo a san Antonio: ¡Bendito sea Dios! Sabed
hermano que ha sesenta años que este cuervo me trae medio pan, y ahora que vos
habéis venido, el Señor nos envía ración doblada (Dios proveyó a su aliento por
ministerio de un cuervo)A la mañana siguiente, le comunico la noticia que tenia
de su cercana muerte, y le rogó que le trajeran el manto de Atanasio, que sabia
tenia guardado, y que envolviese con él su cuerpo. Fuese pues, Antonio con este
recado a su monasterio, y viéndole sus discípulos que le salieron a recibir, le
dijeron: “¿En donde habéis estado padre?”. Respondió: “He visto a Elías he visto a san Juan Bautista, en el desierto
y a Pablo en el paraíso”; y entonces ya de vuelta, vió entre los coros de los
ángeles, entre los profetas y los apóstoles, el alma de san Pablo que subía a
los cielo: y así que llegó a la cueva halló el cadáver del santo, hincadas las
rodillas, la cerviz y las manos levantadas, como cundo hacia oración. Besóle
muchas veces, y rególe con sus lagrimas, y queriéndole encontrar y no
sabiéndole como abrirle sepultura, salieron de repente de lo más secreto del yermo dos leones, los cales
comenzaron con las manos a cavar la tierra y hacer la sepultura. Terminada su
obra, se acercan a Antonio, bajando la
cabeza y lamiéndole los pies; y
entendiendo el santo que le pedían su bendición, se las dió y les hizo seña que se fuesen.
Entonces vistió el sagrado cadáver con el manto de san Atanasio, y habiéndolo
cubierto de tierra, llevase aquella túnica que estaba tejida de hojas de palma,
y con este tesoro se fue a su monasterio. En testimonio de lo que apreciaba aquella presea, los días de Pascua de
Resurrección, y del Espíritu Santo, se la vestía por fiesta y regocijo. Desde
los 15 hasta los 115 que alcanzo su
vida, vivió en calidad de ermitaño, es el patriarca de los anacoretas.
Reflexión: san Jerónimo, que escribió la vida de este
santo, la termina con esta reflexión: “Quiero preguntar a los que son tan ricos
que no saben lo que tienen, a las que edifican grandes palacios y en una sarta
de piedras preciosas traen grandes tesoros, que me digan; ¿qué faltó jamás a
este mundo y desnudo? Yo ruego al que esto leyese que se acuerde de Jerónimo
pecador; a quien si Dios le diese a escoger, mas querría la túnica de Pablo con
sus mandamientos, que la púrpura de los reyes con sus penas”.
Oración:
¡Oh Dios! que cada año nos alegras con la fiesta de tu confesor el
bienaventurado Pablo, concédenos por tu bondad que imitemos en la tierra las
acciones de aquél, cuyo nacimiento para el cielo celebramos. Por Jesucristo,
nuestro Señor. Amíñ.
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